domingo, 26 de diciembre de 2010

Omar Castillo (colombia)




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Un día los habitantes de Medellín se encontraron despavoridos, pues las mon-tañas que circundaban la ciudad habían despegado y avanzaban hacia el espacio sideral dejando despejada toda la extensión del Valle de Aburrá y más allá. Pasado el desconcierto se dieron a inspeccionar la planicie dejada tras el vuelo de la cadena de montañas y, ¡vaya sorpresa!, las tierras se veían óptimas para la construcción de zonas residenciales y de comercio. Rápidamente los habitantes del Valle olvidaron que su existencia alguna vez estuvo enmarcada por las montañas que los rodeaban como una muralla natural. Los periódicos y demás noticieros hablaban de las nuevas tierras en disputa por su propiedad y de las posibles soluciones de vivienda propiciadas por estas.

Adjudicados los títulos de propiedad, los dueños se dedicaron a construir so-bre los nuevos terrenos, pero, para sorpresa de todos, cuanto construían en el día desaparecía en la noche. Toda vigilancia resultaba inútil. No conseguían explicarse las razones para tal fenómeno. Ensayaron desde los materiales tradicionales para la construcción hasta los más sofisticados, empero todos resultaban inútiles. Inclu-so probaron construir en las noches. Cansados de tanto fracaso desistieron y abandonaron los proyectos de cons-trucción. Y se echaron al olvido de la quimera de esas tierras procurando continuar con su existencia, haciéndose a la idea de que las montañas se mantenían ahí y todo había sido consecuencia de un mal sueño colectivo. En tanto otras montañas fueron retoñando y creciendo silenciosas, ajenas en su realidad a la vista de los habitantes del Valle.

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