jueves, 13 de octubre de 2011

Waldo Leyva (Cuba, 1943)




VENGO A DEJAR MI INOCENCIA


Sólo llevaré para el camino de regreso
los ojos del asombro.
No quiero saber por dónde vine
ni la ruta que me espera.
Quiero ignorar los límites.
Todo tiene que ser desconocido
no para después nombrar las cosas
sino para escapar de la memoria.
Nominar es matar.
El árbol desconocido
será siempre un misterio.
Cuandose dice roble
se está diciendo silla, mesa,
recipiente de vino.
Existo porque no sé quien soy
es imposible encontrarme
tras las letras de un nombre
no pertenezco a una casa
ni a una ciudad, ni a un país
ni siquiera al mundo.
Este es mi último viaje como dador
como portador de algo
como reclamante.
Intento dejar aquí mi inocencia
para recorrer los caminos
sin esa luz,
entre verde y dorada, de la infancia.
Saldré de esta noche
y el sol de mañana no podrá dibujarme.
No seré ni alto ni pequeño,
ni moreno ni blanco.
Nadie podrá decir si mis pasos me llevan
o si son los sitios, los límites los que se mueven.
No me importará llamar la lluvia
ni hurgaré en el corazón de los cactus.
Si alguien quiere preguntar
el momento es ahora.
Cuando vuelva la espalda
no habrá huellas, ni canto, ni humedad.

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