jueves, 10 de marzo de 2011
Carlos Contramaestre (Venezuela)
I
La segunda muerte me embriaga en
las tabernas olorosas a invierno.
La distancia descalabra las almas,
enmudece las lenguas del destierro
entre los titubeos de las estaciones fraudulentas.
Retorno a las riberas de la soledad,
virtuosa tañedora de silencios y ecos de la muerte.
Moro en esa copa sardónica,
incienso de la tribu espectral.
Destilo dolores y heridas antiguas
en serpentina de cobre dulce.
II
Ella suele llegar casi siempre desnuda.
Su olor sube sobre mis columnas trágicas
y yo empiezo a soñar rosas
y algunos animales híbridos.
Esa mujer no me pertenece
en este continente ni en la otra vida.
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