domingo, 27 de marzo de 2011

Else Lasker-Schüler (Alemania)




Estoy triste

Tus besos oscurecen, sobre mi boca.
Ya no me quieres.

¡Y cómo viniste!
Azul a causa del paraíso;

En torno a tus más dulces fuentes
Revoloteó mi corazón.

Ahora quiero maquillarlo,
Igual que las prostitutas
Colorean de rojo la rosa marchita de sus caderas.

Nuestros ojos están entornados,
Como cielo agonizante

Ha envejecido la luna.
La noche ya no despertará.

Apenas te acuerdas de mí.
¿A dónde iré con mi corazón?

viernes, 18 de marzo de 2011

HÉCTOR IGNACIO RODRÍGUEZ (Colombia)




PEATONES


Por ese entonces
tú eras esbelta
rubia
18 años.
Una perfecta criatura.


La noche que tiraste la puerta en mis narices
comprendí que ya no querías escucharme
y todo quedaba claro:
tenías derecho a guardar tus propios secretos.


Ahora en la calle después de muchos años
vienes a cerrarme el paso.
Me recriminas por un modesto librito
de poemas
cuando deberías sentirte alagada
por ser la heroína de la historia.


Si me he tomado el derecho de incluir aquello
de tus peripecias en camas de extraños
fue sólo por devoción al realismo.


¡Ah!
Si no fuera porque sigues luciendo la belleza
de aquella musa que los inspiró
y porque soy todo un caballero
te daría una sonora cachetada en medio de tantos
desconocidos.


Ya lo sabes:
esas noches en que no quisiste oírme
fui a contárselo todo a la poesía.
Ahora
respetable señorita
le agradecería no entorpecer el paso de los
peatones.

miércoles, 16 de marzo de 2011

El amenazado - Jorge Luis Borges (Argentina)




Es el amor. Tendré que ocultarme o que huir.

Crecen los muros de su cárcel, como en un sueño atroz. La hermosa
máscara ha cambiado, pero como siempre es la única. De que me servirán
mis talismanes: el ejercicio de las letras, la vaga erudición, el
aprendizaje de las palabras que uso, el áspero Norte para cantar sus
mares y sus espadas, la serena amistad, las galerías de la Biblioteca,
las cosas comunes, los hábitos, el joven amor de mi madre, la sombra
militar de mis muertos, la noche intemporal, el sabor del sueño?

Estar contigo o no estar contigo es la medida de mi tiempo.

Ya el cántaro se quiebra sobre la fuente, ya el hombre se levanta
a la voz del ave, ya se han oscurecido los que miran por las ventanas,
pero la sombra n o ha traído la paz.

Es, ya lo se, el amor: la ansiedad y el alivio de oír tu voz, la
espera y la memoria, el horror de vivir en lo sucesivo.

Es el amor con sus mitologías, con sus pequeñas magias inútiles.

Hay una esquina por la que no me atrevo a pasar.

Ya los ejércitos me cercan, las hordas.
(Esta habitación es irreal; ella no la ha visto.)

El nombre de una mujer me delata.

Me duele una mujer en todo el cuerpo.

TANGO DEL VIUDO - Pablo Neruda (Chile)




Oh Maligna, ya habrás hallado la carta, ya habrás llorado de furia,
y habrás insultado el recuerdo de mi madre
llamándola perra podrida y madre de perros,
ya habrás bebido sola, solitaria, el té del atardecer
mirando mis viejos zapatos vacíos para siempre
y ya no podrás recordar mis enfermedades, mis sueños nocturnos, mis comidas,
sin maldecirme en voz alta como si estuviera allí aún
quejándome del trópico de los coolíes corringhis,
de las venenosas fiebres que me hicieron tanto daño
y de los espantosos ingleses que odio todavía.

Maligna, la verdad, qué noche tan grande, qué tierra tan sola!
He llegado otra vez a los dormitorios solitarios,
a almorzar en los restaurantes comida fría, y otra vez
tiro al suelo los pantalones y las camisas,
no hay perchas en mi habitación, ni retratos de nadie en las paredes.
Cuánta sombra de la que hay en mi alma daría por recobrarte,
y qué amenazadores me parecen los nombres de los meses,
y la palabra invierno qué sonido de tambor lúgubre tiene.

Enterrado junto al cocotero hallarás más tarde
el cuchillo que escondí allí por temor de que me mataras,
y ahora repentinamente quisiera oler su acero de cocina
acostumbrado al peso de tu mano y al brillo de tu pie:
bajo la humedad de la tierra, entre las sordas raíces,
de los lenguajes humanos el pobre sólo sabría tu nombre,
y la espesa tierra no comprende tu nombre
hecho de impenetrables substancias divinas.

Así como me aflige pensar en el claro día de tus piernas
recostadas como detenidas y duras aguas solares,
y la golondrina que durmiendo y volando vive en tus ojos,
y el perro de furia que asilas en el corazón,
así también veo las muertes que están entre nosotros desde ahora,
y respiro en el aire la ceniza y lo destruido,
el largo, solitario espacio que me rodea para siempre.

Daría este viento del mar gigante por tu brusca respiración
oída en largas noches sin mezcla de olvido,
uniéndose a la atmósfera como el látigo a la piel del caballo.
Y por oírte orinar, en la oscuridad, en el fondo de la casa,
como vertiendo una miel delgada, trémula, argentina, obstinada,
cuántas veces entregaría este coro de sombras que poseo,
y el ruido de espadas inútiles que se oye en mi alma,
y la paloma de sangre que está solitaria en mi frente
llamando cosas desaparecidas, seres desaparecidos,
substancias extrañamente inseparables y perdidas.

lunes, 14 de marzo de 2011

César Vallejo (Perú)




PIEDRA NEGRA SOBRE UNA PIEDRA BLANCA


Me moriré en París con aguacero,
un día del cual tengo ya el recuerdo.
Me moriré en París y no me corro
tal vez un jueves, como es hoy, de otoño.

Jueves será, porque hoy, jueves, que proso
estos versos, los húmeros me he puesto
a la mala y, jamás como hoy, me he vuelto,
con todo mi camino, a verme solo.

César Vallejo ha muerto, le pegaban
todos sin que él les haga nada;
le daban duro con un palo y duro

también con una soga; son testigos
los días jueves y los huesos húmeros,
la soledad, la lluvia, los caminos...

jueves, 10 de marzo de 2011

Carlos Contramaestre (Venezuela)



I

La segunda muerte me embriaga en
las tabernas olorosas a invierno.
La distancia descalabra las almas,
enmudece las lenguas del destierro
entre los titubeos de las estaciones fraudulentas.
Retorno a las riberas de la soledad,
virtuosa tañedora de silencios y ecos de la muerte.
Moro en esa copa sardónica,
incienso de la tribu espectral.
Destilo dolores y heridas antiguas
en serpentina de cobre dulce.

II

Ella suele llegar casi siempre desnuda.
Su olor sube sobre mis columnas trágicas
y yo empiezo a soñar rosas
y algunos animales híbridos.
Esa mujer no me pertenece
en este continente ni en la otra vida.

viernes, 4 de marzo de 2011

Affonso Romano de Sant'anna (Brazil)




Separación


Desmontar la casa
y el amor. Desclavar
los sentimientos
de las paredes y las sábanas.
Recoger las cortinas
tras la tempestad
de las disputas.

El amor no resistió
las balas, plagas, flores
y cuerpos intermedios.

Empacar libros, cuadros,
discos y culpas.
Esperar el infernal
juicio final del desamor.

Los vecinos se asustan en la mañana
ante los destrozos en la puerta:
–¡Parecían amarse tanto!

Hubo un tiempo:
una casa de campo,
fotos en Venecia,
un tiempo en que sonriente
el amor aglutinaba cenas y fiestas.

Se amó cierto modo de desvestirse,
de peinarse.
Se amó una sonrisa y cierto modo
de disponer la mesa. Se amó
cierto modo de amar.

No obstante, el amor parte en retirada
con sus ropas arrugadas, tropas de insultos,
maletas desesperadas, sollozos incautados.

¿Faltó amor al amor?
¿Se gastó el amor en el amor?
¿Se hartó el amor?

En el cuarto de los hijos
otra derrota a la vista:
muñecos y juguetes penden
en un collage de afectos natimuertos.

Se arruinó el amor y tiene prisa de partir
avergonzado.

¿Levantará otra casa, el amor?
¿Escogerá objetos, morará en la playa?
¿Viajará entre la nieve y la neblina?

Tonto, perplejo, sin rumbo,
un cuerpo cruza la puerta
con trozos de pasado en la cabeza
y un futuro incierto.
En el pecho el corazón pesa
más que una valija de plomo.