Von Kleist
Estás sólo, quién lo niega, y huyes sin sosiego, marioneta de nada. Vas de un cuarto a otro, pero no es esta tu casa: para tu reposo no hay estancia. Cambias de suburbio, de país, de carruaje, sin que nadie se aperciba.
Viajas de un tiempo a otro, pero ningún lugar te aguarda. Y tornas. Eres otro, pero continúas siendo el mismo. Bebes hasta el ácido en la sangre de la luz. Amas sin saber a quién. La respuesta que no llega termina por anular la pregunta.
Entonces tu loca ansiedad te alcanza: es hora de quedarte quieto, Heinrich, hasta morir o saberlo todo.
Siéntate en medio de la llanura de la angustia y reconoce qué es lo que ha sido creado por todos para aniquilarnos a todos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario