Canosas
están mis sienes, blanca mi
cabeza; ha huido de mí la juventud graciosa, están viejos mis dientes, y de la
dulce vida me queda ya poco tiempo. Por eso lloro muchas veces, temeroso del
Tártaro. Pues es terrible el abismo de Hades y dolorosa es la bajada hasta él:
es bien cierto que el que baja no sube.
De
nuevo amo y no amo, estoy loco y no estoy loco.