domingo, 22 de abril de 2012

Sandra Viviana Romero Obando (Colombia)

BENDICIÓN

Santa María, bendice a ese hombre
que ha logrado limpiar de mi piel
tantas caricias marchitas,
tantos cuerpos olvidados por el tiempo.
Bendícelo, por que ha logrado
que con una sola palabra
mis heridas sanen
y mis muertos descansen
en lo más recóndito del pasado.
Porque ha purificado mis labios con sus besos
y mi vientre con su semen.
Santa María, bendice a ese hombre
al que hoy llamo amante.

domingo, 15 de abril de 2012

Testimonio de Ludwig von Ficker sobre Georg Trakl



«Siempre se le hacía difícil arreglárselas con el mundo exterior, al tiempo que iba ahondándose cada vez más en el manantial de su creación poética... Bebedor y drogadicto empedernido, jamás le abandonaba su porte noble, de un temple espiritual fuera de lo común; no hay hombre que haya podido verle jamás tambalearse siquiera o ponerse impertinente cuando bebía, si bien a horas avanzadas de la noche su forma de hablar, por lo demás tan delicada y como rondando siempre a un mutismo inefable, se endurecía a menudo con el vino de una manera peculiar y entonces podía aguzarse en una malicia relampagueante. Pero por debajo, solía sufrir él más que aquéllos sobre cuyas cabezas descargaba como un rayo la daga de sus palabras en el corro enmudecido; pues en tales momentos parecía de una veracidad tal que le partiera auténticamente el corazón. Por lo demás, era un hombre callado, ensimismado, pero en modo alguno reservado; al contrario, sabía entenderse bondadoso y humano como el que más con gente sencilla y franca de cualquier clase social, de la más alta a la más baja, con que tuvieran el corazón "en su sitio", en particular con los niños. Bienes apenas le quedaban, tener libros siempre le pareció superfluo, y acabó "liquidando" por lo que le dieran todo su Dostoievski, al que veneraba fervientemente... Entonces estalló la guerra, y Trakl tuvo que ir al frente en su antiguo puesto de farmacéutico militar con un hospital volante. A Galitzia. Al principio aquello pareció romper el hielo y arrancarle a su pesadumbre. Pero luego, tras la retirada de Grodeck, recibí desde el hospital de plaza de Cracovia, adonde se le había llevado para observación por su estado psíquico, un par de cartas suyas que sonaban como llamadas de socorro de su alma. Me decidí sin tardar y salí hacia Cracovia. Allí tuve el último y conmovedor encuentro con mi inolvidable amigo. En Cracovia y de vuelta a Viena hice cuanto estuvo en mi mano por traerle de vuelta a los cuidados de casa. Pero apenas llegué allí [a Innsbruck] recibí la noticia de su muerte. Murió la noche del 3 al 4 de noviembre de 1914, tras un día de agonía, presuntamente por efecto de una dosis de veneno que ingirió; de todos modos su final está envuelto en la oscuridad, pues no se permitió estar a su lado a su asistente. Éste, un minero de Hallstatt adscrito a Sanidad, llamado Mathias Roth, fue el único ser humano que asistió de luto al entierro de Trakl».

Crepúsculo en el alma


Silenciosa va a dar al lindero del bosque
una bestia oscura;
en el cerro acaba quedo el viento de la tarde,

enmudece en su queja el mirlo,
y blandas flautas del otoño
callan entre los juncos.

En una negra nube
navegas ebrio de amapolas
la alberca de la noche,

el cielo de los astros.
Aún resuena la voz de luna de la hermana
en la noche del alma.

miércoles, 4 de abril de 2012

Charles Bukowski (Andernach; 16 de agosto de 1920 - Los Ángeles; 9 de marzo de 1994)




Cálidas nalgas


Este Viernes por la noche
las muchachas mexicanas en el carnaval católico
parecen muy buenas
sus maridos andan en los bares
y las muchachas mexicanas lucen jóvenes
nariz aguileña con tremendos ojazos,
cálidas nalgas en apretados bluyines
han sido agarradas de algún modo,
sus maridos andan cansados de esos culos calientes
y las muchachas mexicanas caminan con sus hijos,
existe una tristeza real en sus ojazos
como si recordaran noches cuando sus hombres bien parecidos
les dijeron tantas cosas bellas
cosas bellas que ellas nunca escucharán de nuevo,
y bajo la luna y en los relampagueos de las
luces del carnaval
lo veo todo y me paro silencioso y lo lamento por ellas.
ellas me ven observando
el viejo chivo nos está mirando
está mirando a nuestros ojos;
ellas sonríen una a otra, hablan, salen juntas,
ríen, me miran por encima de sus hombros.
camino hacia una caseta
ponga una moneda de diez en el número once y gane un pastel
de chocolate con 13 coloreadas colombinas en la cima
suficiente por demás para un ex-católico
y un admirador de los calientes y jóvenes y
no usados ya más
afligidos culos de las mexicanas.

Amílcar Osorio (Colombia)




Bodegón


el cepillo para las uñas del cuerpo
un racimo de uvas sobre la mesa de la carpintería
el serrucho para partir la carne salada
de los seis y ocho años
después de jugar al tenis
una cucharada de aserrín sobre la sopa de hongos
el martillo para quebrantar los ojos
que han caído en el tarro del barniz
las nueces y un tenedor para llevar
los bocados a la lengua