jueves, 29 de diciembre de 2011
Dylan Thomas (Swansea, Gales, 27 de octubre de 1914 – † Nueva York,9 de noviembre de 1953)
LA LUZ IRRUMPE DONDE NINGÚN SOL BRILLA
La luz irrumpe donde ningún sol brilla,
donde no se alza mar alguno, las aguas del corazón
impulsan sus mareas;
Y, como rotos fantasmas con tocas de luciérnagas
las cosas de la luz
desfilan por la carne, donde no hay carne alguna que atavíe los huesos.
Una vela en los muslos
calienta la juventud y el semen y quema la simiente de la edad;
donde ningún semen se agita,
el fruto del hombre se despliega en las estrellas,
lustroso como un higo;
donde no hay cera alguna, muestra su pábilo la vela.
El alba irrumpe atrás de los ojos;
desde ambos polos, cráneo y piel, la sangre tempestuosa
como un mar se desliza;
sin cercas ni vallados brotan los surtidores
del cielo hacia la vara
prediciendo en la sonrisa el óleo de las lágrimas.
La noche ronda en las órbitas,
como una luna de alquitrán, límite de los globos;
el día ilumina el hueso;
donde no hay frío alguno, el ciclón deshollador desata
las ropas del invierno;
la película de la primavera se cuelga de los párpados.
La luz irrumpe en solares ocultos,
En las crestas del pensamiento donde los pensamientos huelen en la lluvia,
cuando muere la lógica,
el secreto del suelo crece a través del ojo,
y la sangre al sol brinca
en terrenos baldíos donde el alba hace un alto.
miércoles, 28 de diciembre de 2011
Luis Cernuda (España)
Más que a nadie
Que te quiero más que a nadie y más que a nada,
te lo he dicho con mis ojos centinelas,
te lo he dicho con mis manos que te celan,
te lo he dicho con mi lengua enamorada.
Que te quiero más que a cualquier otra cosa
te lo he dicho con el sol y los cometas,
te lo he dicho con el viento y la veleta,
te lo he dicho con el agua luminosa.
Que te quiero, te quiero, mujer.
Que te quiero y no hay nada que hacer.
Que te quiero sobre todas las mujeres,
te lo he dicho con el pan de cada día,
te lo he dicho con el miedo y la alegría,
con el tedio que nos mata y que nos muere.
Que te quiero como nunca te han querido,
te lo he dicho recreándome en la suerte,
más allá de la vida con la muerte,
más allá del amor con el olvido.
Que te quiero, te quiero, mujer.
Que te quiero y no hay nada que hacer.
Más que a nadie y más que a nada.
miércoles, 21 de diciembre de 2011
Virgilio Piñera (Cuba)
TESTAMENTO
Como he sido iconoclasta
me niego a que me hagan estatua:
si en la vida he sido carne,
en la muerte no quiero ser mármol.
Como yo soy de un lugar
de demonios y de ángeles,
en ángel y demonio muerto
seguiré por esas calles…
En tal eternidad veré
nuevos demonios y ángeles,
con ellos conversaré
en un lenguaje cifrado.
Y todos entenderán
el yo no lloro, mi hermano….
Así fui, así viví,
así soñé. Pasé el trance.
domingo, 11 de diciembre de 2011
Fernando Palenzuela (Cuba)
ESFERA INACABADA
1
Como un círculo que no se cierra
O un perro que no alcanza a morderse la cola
Tengo que iniciarme en el rigor de embellecer lo ausente
Y si alguien clava el silencio a mi ventana
Repetirme ilegible ante el escorpión de la tristeza
Desde este instante sello todas las salidas
Y a mi casa sólo entran los números mordidos
Los pasajeros de la fiebre
Las cabezas cortadas
Aquel perfume tuyo hermanado a la magia
Y si preguntan por el llanto
Que no lo busquen debajo de la cama
Ni detrás de los espejos vírgenes
Ni entre las hojas podridas de mis ojos
Ni más allá o más acá de las palabras
De las que siempre desconfío
Porque el arco tensado de mi espíritu
Anula la posibilidad de cualquier fuga
El tiempo se encargará de traicionarme.
2
Cuando se sueltan los demonios del habla
Siempre es muy peligroso devolverlos al punto de partida
Regresarlos
A esas intolerables cajas de donde salieron
Navegantes de ríos que atraviesan al amanecer
El puñal de lo oscuro transparente empuñado
Ellos están de pie contra la piel de los duelos a muerte
No transforman las constelaciones
Ni el sabor a primavera
De las caricias impartidas
Por la mujer que amamos
Sin embargo algo extraño sucede
Si comienzo a socavarme a mí mismo
Extenderé el abismo y urdiré la trama
En los que pueda estampar mi incompleta ceniza.
3
Si partiera de cero nuevamente
Hasta llegar al punto en que la llama
Se hace un arco de solitarias lenguas inconclusas
Abrazaría aquel lejano fuego irrepetible
Que marcara mi piel desde el principio
Lo único solo
Sobreviviendo a los arrecifes de los encantamientos
Al giro del compás que no alcanza a cerrar
La totalidad que me devuelva al cero de mi imagen.
Desalojado
De una órbita más transparente que el final entrevisto
Queda sin completar la cifra inalcanzable ya
El cisne y el arpa de mi carne
Arrastran el azar sin rostro
La magia que trabaja en lo invisible
Entrelazado a todo lo real
El principio coincide con el fin
Y comienza otra vez
Esfera inacabada.
jueves, 8 de diciembre de 2011
domingo, 4 de diciembre de 2011
Olga Orozco (Argentina)
La Mala Suerte
Alguien marcó en mis manos,
tal vez hasta en la sombra de mis manos,
el signo avieso de los elegidos por los sicarios de la desventura.
Su tienda es mi morada.
Envuelta estoy en la sombría lona de unas alas que caen y que caen
llevando la distancia dondequiera que vaya,
sin acertar jamás con ningún paraíso a la medida de mis tentaciones,
con ningún episodio que se asemeje a mi aventura.
Nada. Antros donde no cabe ni siquiera el perfume de la perduración,
encierros atestados de mariposas negras, de cuervos y de anguilas,
agujeros por los que se evapora la luz del universo.
Faltan siempre peldaños para llegar y siempre sobran emboscadas y ausencias.
No, no es un guante de seda este destino.
No se adapta al relieve de mis huesos ni a la temperatura de mi piel,
y nada valen trampas ni exorcismos,
ni las maquinaciones del azar ni las jugadas del empeño.
No hay apuesta posible para mí.
Mi lugar está enfrente del sol que se desvía o de la isla que se aleja.
¿No huye acaso el piso con mis precarios bienes?
¿No se transforma en lobo cualquier puerta?
¿No vuelan en bandadas azules mis amigos y se trueca en carbón el oro que yo toco?
¿Qué más puedo esperar que estos prodigios?
Cuando arrojo mis redes no recojo más que vasijas rotas,
perros muertos, asombrosos desechos,
igual que el pobrecito pescador al comenzar la noche fantástica del cuento.
Pero no hay desenlace con aplausos y palmas para mí.
¿No era heroico perder? ¿No era intenso el peligro?
¿No era bella la arena?
Entre mi amado y yo siempre hubo una espada;
justo en medio de la pasión el filo helado, el fulgor venenoso
que anunciaba traiciones y alumbraba la herida en el final de la novela.
Arena, sólo arena, en el fondo de todos los ojos que me vieron.
¿Y ahora con qué lágrimas sazonaré mi sal,
con qué fuego de fiebres consteladas encenderé mi vino?
Si el bien perdido es lo ganado, mis posesiones son incalculables.
Pero cada posible desdicha es como un vértigo,
una provocación que la insaciable realidad acepta, más tarde o más temprano.
Más tarde o más temprano, estoy aquí para que mi temor se cumpla.
sábado, 3 de diciembre de 2011
Carmen Bruna (Quilmes, Provincia de Buenos Aires, La Argentina, 1928)
La danza de la muerte
Todos tendremos algún día
el mismo rostro terrible
la muerte ganará siempre nuestras partidas de ajedrez.
Todos danzaremos,
negras figuras recortadas,
contra el blanco horizonte iluminado.
Nos miraremos en el espejo,
sólo veremos una calavera y un puñado de huesos
entre las raíces secas de un rosal
cuyas flores fueron rojas
y latieron como corazones
hace ya mucho tiempo.
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