domingo, 24 de abril de 2011
Obediah Michael Smith (Bahamas)
AGUA PRÍSTINA COMO EL VIDRIO
todo es robado, de veras
vivir y escribir
transferir, traducir
una cosa, alguna cosa
en otra cosa
transferir alguna cosa
desde un sitio a otro sitio distinto
usualmente desde algún sitio exterior
hasta algún sitio interior
todo es robado, de veras
el sol tardío sobre el mar
mi intento por capturarlo
por saquear esta tarde
de agosto
CASA DE LAS MOSCAS DE LA FRUTA
los poemas se ciernen alrededor como moscas de la fruta
planean sobre la piña
que parto en pedazos y que como
sobre la naranja que parto en cascos
para compartir
sobre los melones, papayas, sandías
en las que clavo mi navaja
para tajar en rebanadas, para sacar rebanadas
sábado, 23 de abril de 2011
Carlos Bedoya (Colombia)
domingo, 10 de abril de 2011
Eithne Patricia Ní Bhraonáín (Irlanda)
Está en la lluvia
Cada vez que la lluvia se reduce,
Cierro los ojos y escucho.
Puedo oír el sonido solitario
Del cielo, ya que llora.
Escucha a la lluvia ...
Aquí se trata de nuevo ...
Escuchar en la lluvia ...
Siente el toque de las lágrimas que caen,
Que caigan para siempre.
En el camino el día en la corriente,
Proceden todas las cosas, todas las cosas van.
Escucha a la lluvia ...
(La lluvia ...)
Aquí se trata de nuevo ...
(de nuevo. ..)
Escuchar en la lluvia ...
(La lluvia ...)
Tarde en la noche se aleja
Puedo oír que se pide,
Y mi nombre está en la lluvia,
Hojas de los árboles susurrantes,
Azul profundo del mar misterios.
Incluso cuando termina este momento,
No puede dejar ir este sentimiento.
Todo vendrá de nuevo
En el sonido, cayendo,
Del cielo, ya que llora.
Escuchar mi nombre en la lluvia.
Heberto Padilla (Cuba)
En tiempos difíciles
A aquel hombre le pidieron su tiempo
para que lo juntara al tiempo de la Historia.
Le pidieron las manos,
porque para una época difícil
nada hay mejor que un par de buenas manos.
Le pidieron los ojos
que alguna vez tuvieron lágrimas
para que contemplara el lado claro
(especialmente el lado claro de la vida)
porque para el horror basta un ojo de asombro.
Le pidieron sus labios
resecos y cuarteados para afirmar,
para erigir, con cada afirmación, un sueño
(el-alto-sueño);
le pidieron las piernas,
duras y nudosas,
(sus viejas piernas andariegas)
porque en tiempos difíciles
¿algo hay mejor que un par de piernas
para la construcción o la trinchera?
Le pidieron el bosque que lo nutrió de niño,
con su árbol obediente.
Le pidieron el pecho, el corazón, los hombros.
Le dijeron
que eso era estrictamente necesario.
Le explicaron después
que toda esta donación resultaría inútil
sin entregar la lengua,
porque en tiempos difíciles
nada es tan útil para atajar el odio o la mentira.
Y finalmente le rogaron
que, por favor, echase a andar,
porque en tiempos difíciles esta es, sin duda, la prueba decisiva.
viernes, 1 de abril de 2011
Víctor Gaviria (Colombia)
MEMORIA DE LOS MUERTOS
Me enteré de que los muertos olvidan muy rápido a los vivos.
Una vez muertos, piensan muy poco en ellos, no gritan,
no se tiran al suelo desmayados por el dolor de la separación,
ni los enceguece la pena de no volverse a ver.
¡Qué poca falta les hacen los vivos! Se olvidan de ellos,
como si estuvieran enfermos de ingratitud
o no recordaran nada, o no les importara haber estado vivos,
como nos importa a nosotros,
que somos los novios de los días fugaces.
Sólo algunos de ellos, muy pocos,
se demoran en darse cuenta de que están muertos, y vuelven
a la casa, a la cama, a la ropa
inolvidable del cuerpo,
y siguen conversando con las mujeres vivas más hermosas:
que espigadas están de pie, qué fuerza las impulsa hacia arriba,
ninguna belleza del agua o del aire
se parece a sus gestos de estar sentadas
con la barbilla en la mano abandonada.
Sin darse cuenta
espantan a los vivos, los rodean de fantasmas
que entran hasta el fondo del pensamiento.
Entretanto los demás muertos no tienen nostalgias
ni embellecen sus años de vivos,
no sienten haber perdido nada valioso hasta las lágrimas,
viaje que alguien hace dormido
en un bus durante la noche.
Cuando un vivo piensa en ellos sin cesar,
por remordimiento o por amor,
ellos lo miran simplemente,
sin sentimiento ni intención,
y le hablan en sueños: pero cuando dicen “sí”
en el sueño se traduce como “no”, y cuando dicen “bailar”
se nos aparece como quietud, y todo es tan al revés
que nadie entiende nada, y entre los vivos y los muertos
hay una pared gruesa de tierra olorosa
que distorsiona todo: gritos de ayuda por gemidos de amor,
susurros por golpes de piedra.
Sólo el dolor de los vivos les llama la atención,
dolor incierto que no enseña nada, dolor
que no abre ningún camino. ¡Qué oscuro es para ellos
el mundo de los vivos, qué negros los paisajes!
Padre mío, no gastes más días en mí,
déjame yo pienso en ti, déjame ser tu padre
y tú mi hijo por el que me desvelo,
hasta que estalle mi cabeza de vivo.
Oh, novias olvidadas de los vivos,
déjenme, que yo velaré por sus imágenes.
Rodrigo Verdugo (Chile)
DESPUÉS DE ESE DÍA
Cambiaron la ubicación de las cosas
sabían demasiado de una música de tierra para el viaje enemigo
El aura del mar levantándose, dejando atrás nuestros terribles ejes
la forma de mirarnos a los ojos, la forma de mirar a las piedras.
Sabían demasiado bien como unirse,
por eso recibieron el revés de las cosas
y se empezó gota por gota, nombre por nombre
mientras el mito se deshojaba a nuestros pies.
Sabían demasiado bien y no esperaron retratar a sus muertos
les bastó que el revés del mundo se levantara
contra los árboles y las aguas
contra las cosas, y las vidas, contra cualquier herida que no tuviese
un arrojo de estrella.
Lo sabían demasiado bien, apareando a las sílfides contaminadas,
saldando algo con ellas
poniendo plumas quemadas dentro de las almohadas, reanudando las capturas
para que así llegaran y se ubicaran gota por gota, nombre por nombre
como antes cuando las cosas no limitaban con los hombres
sino que el tiempo limitaba con la piedra, limitaba con la luz
y piedra y sangre por igual buscaban legitimar el rayo
mientras la belleza ahuecaba los mares
y al final Dios estaba esperándonos
con un ramo de accidentes en las manos.
Federico García Lorca (España)
(INTERMEDIO)
Aquellos ojos míos de mil novecientos diez
no vieron enterrar a los muertos,
ni la feria de ceniza del que llora por la madrugada,
ni el corazón que tiembla arrinconado como un caballito de mar.
Aquellos ojos míos de mil novecientos diez
vieron la blanca pared donde orinaban las niñas,
el hocico del toro, la seta venenosa
y una luna incomprensible que iluminaba por los rincones
los pedazos de limón seco bajo el negro duro de las botellas.
Aquellos ojos míos en el cuello de la jaca,
en el seno traspasado de Santa Rosa dormida,
en los tejados del amor, con gemidos y frescas manos,
en un jardín donde los gatos se comían a las ranas.
Desván donde el polvo viejo congrega estatuas y musgos,
cajas que guardan silencio de cangrejos devorados
en el sitio donde el sueño tropezaba con su realidad.
Allí mis pequeños ojos.
No preguntarme nada. He visto que las cosas
cuando buscan su curso encuentran su vacío.
Hay un dolor de huecos por el aire sin gente
y en mis ojos criaturas vestidas ¡sin desnudo!
Suscribirse a:
Entradas (Atom)